jueves, 6 de noviembre de 2008

inicios en concepción

Parte de la esencia de Los Tres la explica su carácter provinciano, en el sentido de saltarse las convenciones capitalinas de lo que hasta entonces se entendía por una “carrera” en la música. El grupo nació en Concepción, a partir de la amistad que unía desde la adolescencia a Álvaro Henríquez Petinelli (guitarra, voz), Roberto Titae Lindl Romero (bajo) y Francisco Molina Cornejo (batería); tres compañeros del colegio Charles de Gaulle. Su interés por la música fue siempre más profundo que el del promedio de jóvenes de su edad, y lo encauzaron desde muy temprano en bandas informales, como los Dick Stones (tambien con Gilles Marie, Rodolfo Lindl y Fernando Saavedra) y Los Escalímetros (con Henríquez, Titae y el baterista Andrés Valdovinos); inspiradas ambas en el rocanrol más temprano. Hacia 1984, Henríquez y Lindl se reformularon bajo el nombre Los Ilegales, esta vez con Jorge Yogui Alvarado en la guitarra (futuro líder de Emociones Clandestinas). Tras ires y venires, la sociedad definitiva de los tres compañeros de colegio se afianzó cuando Lindl regresó de un año y medio de estudios musicales en Austria (donde llegó a trabajar con la Orquesta Sinfónica de Salzburgo y a formar su primer trío de jazz). Así, en marzo de 1987, Álvaro, Titae y Pancho se comprometieron a un trabajo profesional; y se bautizaron Los Tres, poco antes de un concierto en el gimnasio Lord Cochrane, de Concepción.




Sus primeros pasos musicales en Santiago (debutaron en 1987, en el Centro Cultural Mapocho) fueron más bien un “reconocimiento de terreno” pues los músicos no se concentraron sólo en la banda, sino que también en derroteros profesionales individuales. Roberto Lindl se integró un tiempo como contrabajista de la Orquesta Sinfónica Juvenil, y Álvaro Henríquez estrechó lazos con círculos de teatro (a través de los cuales llegó a participar del histórico montaje de Andrés Pérez para La Negra Ester). Uno de sus primeros encargos en conjunto fue el de musicalizar la obra Y Warhol (1988), de la compañía Teatro Provisorio, para la cual concibieron un set inspirado en lo que ese pintor pop había trabajado en Nueva York con los Velvet Underground.


El impulso definitivo para el trío vino con la incorporación del guitarrista Ángel Parra, un músico con una dilatada preparación instrumental (con estudios en París y California) y excepcionales vínculos creativos a través de su familia (es nieto de Violeta Parra; y su padre, hermana, y varios tíos y primos han destacado en la música), que hasta entonces había trabajado en el circuito jazz. “Sabíamos que había ene puntos de encuentro. El suyo es un estilo que habla por sí solo. Solos como el de ‘Un amor violento’ son cosas que ya teníamos integradas, pero que el Ángel sabía hacer mejor”, explicaron más tarde. Con un nuevo guitarrista a bordo, ya no había excusas para la intermitencia. Aunque el nombre ya no era matemáticamente certero, Los Tres se ajustaron a partir de entonces como un grupo de grandes objetivos.





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